A sus 93 años, Ávila era reconocido por autoridades y vecinos del departamento como un hombre que con esfuerzo y humildad supo ganarse el cariño de todos, al igual que el de su familia, integrada por su esposa Franca Candeo y sus hijas Daniela Olivera y Marianela Avila, y su queridos nietos.
Alfredo, dejó un legado de bondad, servicio y solidaridad que perdurará en nuestros corazones.**
Fue un pilar en nuestra comunidad, dedicando años de esfuerzo tanto en el correo como en los ferrocarriles y el banco San Juan instituciones que conectan vidas y que, al igual que él, unieron a las personas con dedicación y calidez. Su trabajo no solo fue un empleo, sino un reflejo de su carácter: responsable, comprometido y siempre dispuesto a tender una mano.
Pero más allá de sus labores, Alfredo era esa persona que iluminaba los días con su sonrisa, que escuchaba sin prisas y que sembró generosidad en cada gesto. Era el vecino que ayudaba, el amigo que aconsejaba sin juzgar y el ser humano que recordaba el valor de lo sencillo.
Aunque hoy sentimos su ausencia, celebramos una vida bien vivida, llena de propósito y amor. Que su ejemplo nos inspire a ser mejores, a servir con humildad y a cuidar de los demás como él lo hizo.
Descansa en paz, querido [Alfredo]. Tu memoria seguirá viva en cada historia que compartimos, en cada acto de bondad que inspires y en el amor que sembraste a tu alrededor.